lunes, 16 de agosto de 2010

La querencia [relato costumbrista]

Amarrado al tronco de corpulento zapote- viejo hermano de la choza de don Juan Chalcahuana – devora el mohíno su porción de fresca rama. Don Juan- valga Dios – corto del borde de la acequia las plantas más verdes y lozanas.


-Llévenlo, pues don Nemesio. Trato es trato. Ya sabe que todo de bueno tiene: manso, fuerte, bien avenido. En esta choza, señor quien podrá olvidarlo. Algo me consuela saber que pasa a buen “Cristiano”...

Así con tan sencillo y resignado acento de pesar, despídase de su buen burro mohíno Don Juan Chalcahuana. Don Nemesio Garrido se apresura a desatar el lazo del macizo tronco.

- Ojala que todo sea cierto.

La mujer y los hijos de este se van tras el burro hasta la tranca, que al abrirse y volver a cerrarse, cruje extrañamente...

El vocerío alegre de 6 chicuelos y la bulla jubilosa de tres hermosos canes reciben una tarde a don Nemesio Garrido. Tras muchos días, vuelve de nuevo a su casa. Todos repararan inmediatamente en el burro mohíno.

- Es un magnifico burro, hijos míos.

Dos largas jornadas, atravesando la cuenca del Marañón, le han probado suficientemente a don Nemesio Garrido que, en efecto, dijo verdad don Juan Chalcahuana.

Luego se abre la tranca del extenso potrero para dar paso al burro de suave pelambre y bonachonas orejas. Allí se entrapará con un caballo huaicho, un burro paclo, una vaca condorilla y un toro casullo.

Ya la cena humeante, junto al fuego rezongón, espera a don Nemesio Garrido.

Corrían los días. El gran burro soñaba en las tierras distantes y buenas...al tiempo que iba conociendo todos los paraderos y todos los portillos.

Y la oportunidad no se hiso esperar demasiado. Una mañana, por el portillo más fácil, el burro mohíno salto afuera del potrero.

Cuando don Nemesio Garrido, tras larga y afanosa búsqueda, encontró los rastros que hablaban, exclamó colérico:

- Ah, era volvedor...

Tres días después, llega de nuevo don Nemesio Garrido a la casa de don Juan Chalcahuana. Junto al gallardo zapote esta el ínclito volvedor.

- No me advirtió usted, don Juan de tan fea maña...

Y don Juan responde con firmeza:

- No tuve ocasión de saberlo, don Nemesio. Era la primera vez que dejaba que su querencia...

- ¿Usted sabe “eso”, don Juan?

- No. Pero ya lo imagino...Respondió afligido el viejo Chalcahuana.

Y, en efecto, al otro día, junto a la tranca, le “sacaron” la querencia al desventurado burro. Los belfos, por los ijares, por las ancas, se las “sacaron” sangrante...

- Fue mal este de la querencia, don Juan. Mas con esto, no hay burro que no sane...Y hasta la vista, don Juan.

Y partió don Nemesio, tirando de la ensangrentada soga, diríase, que no un burro, sino una tragedia.

Dos días después, el caballo huaicho, el burro paclo, la vaca condorilla y el toro casullo reciben de nuevo al burro mohíno. Se lleno de jubilosos gritos el extenso potrero.

- Por si acaso, don Nemesio Garrido reparo todos los portillos.

Todo hacia presumir ya que no tendría el mohíno mas remedio que aceptar su suerte.

Don Nemesio Garrido hablo a sus hijos de su gran terapéutica. Contra el mal de la querencia. Más nadie estuvo en lo cierto. Ocurrió la noche de San Juan. Había en el cielo extraños resplandores. Por los cerros distantes, veìanse las fogatas litúrgicas.

Y el viento hablaba de raros sortilegios. En una contracción maravillosa de sus carnes, dio el gran mohíno un salto elástico, magnifico…

Desde el otro lado del cerco, las viejas heridas, al abrirse de nuevo, sonrieron triunfalmente…

Y una tarde tibia de un claro día, se oyó de pronto, frente a la anca de don Juan Chalcahuana, un largo y alborozado rebuzno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario